Fotografía de Ana Márquez Román

Ana Márquez Román

Departamento

Didáctica y Organización Escolar


Grupo de investigación

Grupo de investigación HUM311: Repensar la educación

Sobre mí

Mi historia profesional no puede entenderse sin conocer antes a la niña que fui y sigo siendo. Una niña incapaz de adaptarse a una escuela aún inadaptada a la infancia. Con el sueño constante de una escuela amable, de una educación diferente, inicié mis estudios como maestra de Educación Infantil, y tras esto, el Máster en Políticas y Prácticas de Innovación Educativa, donde comencé la investigación que más tarde se convertiría en el punto de partida de mi tesis doctoral. Con ella trato de dar valor a la que considero una de las formas más respetuosas de acercarnos y relacionarnos con la infancia, siendo esta el cuidado de la organización estética del espacio educativo.

Líneas de investigación

Educación – Formación del profesorado – Infancia – Estética del espacio educativo

Resultados destacables

La investigación que actualmente desarrollo se encuentra en los primeros pasos de su andadura, por lo que resulta difícil extraer ya una serie de resultados definitivos. Sin embargo, si algo puede deducirse ya de ella es la consciencia firme de que el proceso de aprender emerge del más puro instinto vital, de esa sensorialidad especial de la que nos dota la naturaleza al nacer, de una necesidad de adaptarnos al entorno, y, también, del placer que este proceso por sí solo nos produce. Esto quiere decir que los niños y niñas están en un continuo palpar su realidad e impregnarse de ella, en un continuo seguir aquello que les dicta su curiosidad y asombro, por lo que limitar entonces este aprender, limitar la sensorialidad de la que nos ha dotado la naturaleza al nacer con espacios feos y poco estimulantes es quitarles a los niños y niñas un derecho que les pertenece. Porque habitar un lugar que es agradable y está bien cuidado, señala Vecchi (2013), es una condición del bienestar físico y psicológico y, en consecuencia, un derecho de las personas en general y aún más de los niños y las niñas, de todos los niños y de todas las niñas.

Vocación

Para responder a esta pregunta debo remontarme al 19 de Octubre de 2015, día en el que pisé por primera vez “El Martinet”, una escuela pública de Educación Infantil y Primaria situada en Ripollet (Barcelona) en la que tuve la suerte de realizar mis prácticas del Máster en Políticas y Prácticas de Innovación Educativa.
Recuerdo entonces cómo quedé sorprendida nada más entrar por su puerta. Sorprendida por la organización precisa de la escuela, por las características arquitectónicas y estéticas de sus diferentes ambientes y, sobre todo, por el amor de las maestras hacia la belleza del espacio.
La atención que se presta a la estética en esta escuela no se encuentra por regla general en otros lugares, y esto me hizo iniciar una investigación que pretende comprender el porqué de que este caso sea una excepción de la que debemos sorprendernos, el por qué la regla general son aulas que aparecen como espacios precarios, con una estética anacrónica y estereotipada.
Pretendo entonces abrir un lugar de reflexión para la consideración de este factor educativo escasamente analizado y, con ello, avanzar en la construcción de esa escuela amable y respetuosa con la infancia de la que hablaba anteriormente.

Deseo científico

Conocer las diferentes realidades físicas y pedagógicas que dan forma a mi investigación supone tener en cuenta la diversidad de valoraciones subjetivas que cada individuo aporta al tema en cuestión. Y es que el paisaje estético de un centro es inevitablemente percibido por cada uno de sus habitantes con un mayor o menor agrado en función de sus criterios de valoración personales, estando estos, a su vez, determinados por sus propias experiencias y su consecuente desarrollo cultural. Esto supone que la estética espacial no sea un factor que pueda medirse de forma objetiva, sino que, por el contrario, nos sitúa en una experiencia vivida y sentida por los actores, y que está por tanto siempre medida subjetivamente por cada sujeto y la subjetividad social (Errázuriz, 2015).
El enfoque cualitativo aparece entonces en este contexto como el más adecuado para aproximarnos a esos criterios de valoración personales, pues busca hacer una aproximación global de las situaciones sociales para explorarlas, describirlas y comprenderlas de manera inductiva, es decir, a partir de los conocimientos que tienen las diferentes personas involucradas en ellas y no deductivamente a partir de hipótesis formuladas por el investigador externo (Barreto, 2007).
Teniendo esto en cuenta, mi deseo científico se dirige a la necesaria valoración de esta modalidad investigativa. Una modalidad que a menudo se le tienden a aplicar procesos más propios de modelos cuantitativos con el fin de “validar” y hacer extensibles resultados, olvidándonos del potencial que por sí sola tiene la exploración de experiencias singulares y únicas, vividas y contadas por los propios protagonistas del contexto investigado.

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