Álvaro Carmona Pestaña
Universidad Loyola
Ciencias de la Salud y Biomédicas
Grupo de investigación
Departamento de CCSS Universidad Loyola de Andalucía
UAX Social HealthCare: https://investigacion.uax.com/grupos/10597/proyectos
Sobre mí
Álvaro Pestaña es bioquímico, divulgador científico y profesor universitario especializado en neurociencia, metodología científica y educación en salud. Actualmente coordina asignaturas del Grado en Enfermería en la Universidad Loyola Andalucía, donde impulsa proyectos innovadores que cruzan arte, ciencia y tecnología, como visitas diagnósticas al Museo del Prado o simulaciones clínicas con inteligencia artificial.
Además de su labor docente, Álvaro es autor de ensayos que exploran la historia de la medicina y las conexiones entre enfermedades y su representación en el arte, con un estilo que combina humor ácido, rigor científico y sensibilidad humanista. En redes sociales, dirige un canal de divulgación donde aborda desde fenómenos neurológicos hasta campañas de desinformación sanitaria, todo con un lenguaje accesible, mordaz y profundamente documentado.
Ha presentado ponencias sobre infodemiología, inteligencia artificial en educación y salud mental, y colabora en iniciativas internacionales relacionadas con la coenzima Q10 y el envejecimiento saludable. Su enfoque combina evidencia científica, narrativa potente y un firme compromiso con la educación crítica.
Líneas de investigación
La intersección del arte y la medicina: el Arte como herramienta diagnóstica en la formación enfermera
Resultados destacables
Mi trayectoria científica se ha desarrollado en la intersección entre la investigación biomédica, la innovación educativa y la divulgación científica, con aportaciones relevantes en oncología molecular, alfabetización en salud digital e historia de la medicina.
En el ámbito de la biomedicina traslacional, destaqué como investigador postdoctoral en IDIBELL, donde participé en el proyecto internacional SCREENWIDE, desarrollando métodos no invasivos para el diagnóstico precoz de cáncer de endometrio y ovario mediante análisis genéticos en muestras cervicovaginales, con resultados publicados en Clinical Cancer Research y The Lancet – eBiomedicine. En paralelo, lideré el proyecto «Histone modifiers driving Notch context-dependent activity in cancer» en La Sapienza Università di Roma, centrado en la regulación epigenética de la vía Notch en leucemia linfoblástica aguda de células T. Esta línea de trabajo permitió caracterizar alteraciones moleculares críticas en la progresión tumoral y abrió nuevas vías terapéuticas.
En los últimos años, he desarrollado una línea de investigación pionera sobre la representación de enfermedades en la historia del arte, consolidada en el proyecto «La Intersección del Arte y la Medicina», reconocido con el Premio Carmen Domínguez Alcón por su impacto en innovación docente. Esta línea ha demostrado que las obras artísticas no solo reflejan contextos históricos, sino también manifestaciones clínicas reconocibles —como acromegalia, síndromes genéticos, bocio o tuberculosis—, permitiendo reinterpretar el patrimonio artístico desde una perspectiva médica. La aplicación docente de este trabajo ha mejorado la capacidad diagnóstica, la empatía y la observación clínica en estudiantes de Enfermería y Ciencias de la Salud, integrando historia, arte y semiología.
La transversalidad de estas tres líneas —investigación molecular, salud digital y humanidades médicas— constituye el eje vertebrador de mi aportación científica, orientada siempre a la transferencia clínica, el pensamiento crítico y la formación de profesionales sanitarios con visión multidisciplinar.
Vocación
Llegué a la ciencia por la misma razón por la que uno se queda mirando un cuadro sin saber por qué le conmueve: curiosidad insaciable y un deseo visceral de entender. Desde pequeño, me fascinaban los mecanismos invisibles: cómo un pensamiento se transforma en acción, cómo una célula decide dividirse, o cómo un cuerpo enferma sin previo aviso. No buscaba respuestas fáciles, sino preguntas difíciles.
Empecé en la bioquímica porque quería desmontar el cuerpo humano pieza a pieza, como quien desmonta un reloj antiguo. Más tarde, me sedujo la neurociencia, convencido de que si lograba entender el cerebro, entendería también al ser humano. Pero fue la medicina molecular y el trabajo con la vía Notch lo que me enseñó que la ciencia también es incertidumbre, ensayo y error, y, sobre todo, paciencia.
Sin embargo, sigo aquí no solo por los genes ni las vías de señalización, sino porque descubrí que la ciencia también se esconde en un museo, en un aula, en una conversación pública. Porque en un lienzo del Prado encontré una forma de enseñar diagnóstico clínico más efectiva que cien diapositivas. Porque explicar cómo un meme puede propagar una mentira médica es, también, una forma de cuidar.
Sigo aquí porque la ciencia me permite ver lo que otros solo miran. Y porque mientras siga habiendo cuerpos que enferman, cerebros que preguntan y sistemas que se equivocan, habrá algo que investigar, algo que enseñar y algo que cambiar.
Deseo científico
Que la ciencia deje de hablar solo en papers y empiece a curar también desde la palabra. Que un biomarcador detecte el cáncer antes que el miedo, que una imagen de un museo enseñe más semiología que un manual, y que un algoritmo de IA no nos sustituya, sino que nos potencie como cuidadores, docentes y ciudadanos críticos.
Deseo una ciencia que no se encierre en laboratorios ni se pierda en burocracias, sino que se cuele en las consultas, en las aulas y en las redes sociales. Una ciencia que incomode, que haga pensar, que tenga el valor de decir «no lo sé» y el coraje de buscar respuestas, aunque no gusten.
Y, si puedo pedir un imposible: que algún día los bulos se autodestruyan al contacto con el sentido común. Mientras tanto, seguiré investigando, enseñando y escribiendo —con bisturí o pincel, según el día— para que la ciencia no se quede muda donde más se la necesita.