Cuando rememoramos las épocas pasadas y pensamos en qué personas tenían hábito de escribir, pensamos en monjes medievales, nobles modernos, abogados, jueces, médicos… pero siempre hombres. Pensar en una mujer escribiendo nos hace imaginarnos una excepción, una mujer como Sor Juana Inés de la Cruz que por alimentar su conocimiento se ve abocada al convento, o como la burguesa decimonónica Fernán Caballero que tuvo que hacerse pasar por hombre para ver sus novelas publicadas, o como Carolina Coronado, la poetisa menospreciada por sus coetáneos hombres. Sin embargo, la investigación filológica en los archivos históricos está sacando a la luz una historia hasta ahora desconocida, que había permanecido en la sombra, silenciada por el peso histórico de los hombres, mayoritarios en la escena pública. Nuestra investigación se propone rescatar los textos cotidianos que escribían las mujeres, esas señoras que tomaban la pluma a diario para comunicarse con sus familiares, con sus madres y también con sus padres, con sus hijos, sus cuñados, sus yernos y nueras, con sus amigas, sus primas o, incluso a veces, con administradores de justicia o con gobernantes para hacer valer su voz. Queremos presentar a todo el público dispuesto a escuchar esas cartas que demuestran no solo que las mujeres escribían casi tanto como los hombres, sino también que su forma de escribir, de hablar, de expresarse caló en nuestra lengua y nos habituó a palabras, frases y expresiones que han pervivido al paso de los siglos. Esta actividad tendrá formato de taller aplicado en el que los participantes enfrentarán la tarea que solemos realizar los investigadores filólogos: leer documentos del pasado, desentrañar la caligrafía y los trazos de la escritura manuscrita de otros siglos, transcribir el documento que leemos y, finalmente, prepararlo para que los lectores actuales puedan acceder y comprender el texto. Este es el proceso de edición de documentos antiguos y es el que en este taller experimentarán los participantes.